8 de febrero de 2013

Addictive Beauty


Confort. La suavidad de aquel viejo sofá. La miseria ama la compañía.
Susurrando a través de mi rostro. Desapareces. Tus labios tan suaves
sobre mis mejillas. El olor es dulce, pero ella es tan áspera contra mi
garganta. Su olor no me embriaga, pero me sofoca el humo paralizante,
que sin embargo, llega a mi alma. Su nombre es tan prohibido, oculto. 
Impronunciable, tabú. Nunca sabré de su belleza.

Puedo olerla, sentir su calor, incluso saborear su intoxicante resplandor. Ella no 
es más que un pensamiento.

Exótica, húmeda, seca, hambrienta. Rito de transición.
La gente no puede entenderlo. Yo verdaderamente puedo. 
Gaia hablará a través de mí, dejando al descubierto
profecías y secretos indecibles.
Su humo sagrado abriga mi cuerpo. Conversamos la madre y yo.
La madre de todo. Durante horas. Enfrento mis temores,
me prueban una y otra vez. Durante horas.

Flotando sobre una mente de cristal, una incandescencia alegre.
La simplicidad pura del ser.
No existe nada más, sólo el sonido de una vieja canción.

Despierto en paz. Me siento tan ligera, tan libre.
Puedo olerla, sentir su calor, incluso saborear su intoxicante resplandor. Ella no
es más que un pensamiento.
Nunca sabré de su belleza.

Y ahora voy a entrar en tu hora, soledad.
Y en tu mano, destino.
Efímeros sentimientos.
Yo presencio todo, maravillada, ajena, sin preguntar por qué.

Slán go fóill
Autunm